Ayer llegué de estar en la playa con mi familia, y no parabas de rondar por mi cabeza. Pero hoy al salir de trabajar, después de estar corriendo durante toda la mañana me he parado un segundo y he ido a verte.
Y allí estabas, como hace un año y medio, con todo lleno de flores y macetas, con corazones de cartón y de madera que te ponemos cada vez que vamos a verte. Sin duda la tuya es la que más se ve cuando entras al cementerio. Pero es que, reina, es lo que te mereces.
Me pongo en frente de ti y pienso, el porqué de tu ausencia, el porqué tuvieron que arrebatarnos de nuestras vidas a una persona como tú. Con tus dieciocho añitos, por fin, acababan de decirte que habías conseguido la plaza en la carrera que deseabas cuando al mes siguiente nos daban la noticia de que no volveríamos a verte esa carita con aquella sonrisa tan grande.
Ni te imaginas lo que te echamos de menos, amiga, pero sabemos que, sea como sea, estas cuidándonos desde donde estés.
Pienso en ti todos los días, pero hoy he sentido que tenia que ir, ha sido como una especie de llamada, y al llegar me he dado cuenta que era porque hoy estabas reluciente, dándote el sol y miles de pájaros volando por encima de ti.
Gracias por los dieciocho años que nos has dado, te echo de menos, y cada vez mas.
Marta Fernández Peris