martes, 3 de abril de 2018

Morriña, de nuevo atacas

Vuelta a la realidad y vuelta a desear no volver.

Ese sentimiento que se tiene cuando te despides de tus familiares porque toca volver a la rutina. A esos familiares que tienes que dejar a 530 km de ti. De los que siempre te despides con un "vuelve pronto", "ya sabes dónde estamos", "os echaremos de menos"... Piensan en el reencuentro diciendo "si Dios quiere y no nos pasa nada". Nos despedimos pensando en que ese deseo compartido, sea cierto y no les pase nada. Rara es la vez que nos decimos "hasta luego" y al jefe no se le escapa una lágrima. Esa lágrima que sabes que llevas en los genes. Lágrima honesta llena de amor.

Ese sentimiento que florece cuando echas de menos el aire puro y tranquilo del norte. Ese aire que te aísla, te calma, te lleva a desconectar... Aire con oxígeno, necesario, pero también adictivo. Cuando echas de menos la naturaleza. Todo verde y natural. El poder de la naturaleza, poco se habla de ella. La piel de gallina y los escalofríos al subirte a algún mirador,sea de la Ribeira Sacra o de los acantilados de la Costa da Morte.

Ese sentimiento que incrementa con la falta de verdad a tu alrededor. Falta de humanidad. Otra cosa no, pero los gallegos son cercanos, divertidos, atentos y dulces. Tengan tres o noventa años. Te engancha estar rodeada de esas personiñas.

Ese sentimiento de estar enamorada de una tierra en la cual no vives. Todavía. Ojalá en un futuro.


María Jené Conde

1 comentario:

  1. María, los hábitos y las obligaciones impuestas desde fuera, pesan tanto, que se nos olvida que somos dueñas de nuestra vida (a partir de los 18 años) y podemos elegir dónde y cómo vivir. Hermoso ese lugar que describes. Y ojalá que nos pasen muchas cosas, y que sean buenas

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